Las niñas se habían marchado ya, pero Imbra no había salido de casa.
Permanecía sentada en la mesa, ante una taza de ya fría cafeína mirando fijamente la pared. Intentaba no parpadear, cada vez que lo hacía veía la sangre de Vera volar mientras su cráneo se abría en una horrible flor roja.
La habían excluido del trabajo alegando una crisis nerviosa y en el apresurado informe que se había redactado sobre el accidente se aconsejaba su expulsión hasta que pudiese formarse una comisión investigadora para evaluar su actuación.
Tal y como estaba la situación en todos los Manufactorum con el exceso de pedidos para la campaña en la nebulosa Lucífaga el departamento Munitorum tardaría meses en poder prescindir de los recursos humanos suficientes para organizar la investigación.
Sin trabajo y sin ingresos durante meses. Imbra sentía pánico.
Los créditos extra que Liye recibía por haberse desplegado con la FDP le permitirían sobrevivir si conseguía recortar gastos y controlaba cada acción para no aumentar todavía más la deuda que como ciudadanos tenían con el gobierno colmenar, pero debía asegurarse de que las pequeñas no sufriesen más de la cuenta. Si eliminaba sus dos minutos de agua caliente diario y la ración de proteínas cárnicas semanal...
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