El cabo Droks se agachó para examinar unas huellas en el helado lecho del bosque, sus labios se torcieron en una mueca que desprendió una lluvia de polvo brillante de su bigote.
Había hallado el rastro.
Eran huellas de botas militares, similares a las que él llevaba, un modelo estandar de la Fuerza de Defensa Planetaria para entornos árticos. Una veintena de juegos de huellas diferentes, dos unidades internándose en la espesura. Miembros de la división que se había perdido hacía una semana.
Volvió a ponerse en pie comprobando el estado de su rifle laser con una silenciosa plegaria al Emperador. Estableció la ruta que habían seguido la 3º división, y llamó por radio a su enlace con la base, avisando de lo que había encontrado, un oficial de la cuarta le felicitó por el hallazgo y le recomendó que se mantuviese alerta mientras ellos avanzaban. Droks confirmó las coordinadas con el enlace y estableció un vector de dirección para continuar sus movimientos. Por desgracia la cuarta división no disponía de suficientes exploradores, así que cada uno tenía que cubrir un ámplio terreno sin apoyo.
Maldijo a los estúpidos de la tercera por perderse, a los cabrones de la primera y la segunda, por ser demasiado estirados como para mojarse el culo en esta misión de rescate y al imbecil del comandante Kotra por mandarle tan al sur a congelarse el culo.
De repente, en el silencio del bosque un ruido discordante puso al valako alerta. Se dejó caer con lentitud de rodillas intentado no hacer movimientos bruscos. No podía haber sido un animal, pues ahora el sur se encontraba en año frío, en la larga noche de 507 días estandar, y todos se encontraban hibernando bajo tierra. Ajustó el visor infrarojo mirando en pequeños arcos a su alrededor.
Por unos instantes pensó que había sido fruto de su imaginación, pero una enorme forma surgió de la espesura a un centenar de metros de su escondite. La forma vista a través del visor dejaba brillantes charcos de luz brillante que se oscurecían rápidamente conforme la sangre se enfríaba. Estaba herido gravemente, pero corría como si no lo estuviese.
El valako subió con movientos lentos el visor infrarojo y comprobó el rifle laser, la forma corría directamente hacia él, aunque era imposible que le hubiese visto. Podía ser un orko, pues pese a todos los intentos de la FDP por erradicarlos las tribus de pielesverdes seguían medrando en el helado sur de Valaquia. Ahora estaba a una decena de metros, y Droks sabía que el encuentro era inevitable, maldijo por lo bajo no haber tenido tiempo de usar la mirilla de visión nocturna y maldijo también a la primera por acaparar todos los visores polivalentes. Si aquello era un orko dudaba mucho de poder abatirlo con el cuchillo estándar, pero si usaba el rifle el sonido del láser al cortar el helado aire alertaría a cualquier otro enemigo que rondase por allí. Por no mencionar que el fogonazo lo recortaría claramente bajo la mortecina luz de las estrellas.
Un paso más. Aferró el rifle con fuerza y salió de su escondite apuntando directamente a la cabeza de la sombra.
Un asustado soldado le devolvió una alocada mirada bajo la luz de las estrellas. Droks se sobresaltó por el miedo que brillaba en aquellos ojos. Intentó decir algo para tranquilizar al hombre pero este se lanzó sobre él como un animal con los dedos engarfiados hacia su cuello. La locura que le daba fuerzas también le impidió pensar con claridad, y saltó desde demasiado lejos.
El cabo no dudó un segundo y le golpeó en la mandíbula con la culata del rifle. Cayó al suelo con los ojos en blanco, un peso muerto, inconsciente.
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