Se estiró con fuerza sintiendo como sus vértebras crujían y soltó un largo bostezo animalesco.
El tedio había invadido el Ágora con tanta fuerza que había adquirido entidad propia, condensándose en el ambiente y dando al propio aire la textura de la melaza.
Había habido muy pocos clientes, y los que venían seguían comportándose de forma extraña, pidiendo determinados productos y marchándose tras conseguirlos.
Aquel ambiente había afectado a los propios vendedores, convirtiéndoles en taciturnos e introvertidos.
Bruce había intentado entablar conversación con una de las chicas del servicio de cambio de crédito, una morena que siempre afirmaba tener cinco años menos que los que realmente tenía con la que había salido un par de veces. Era divertida y poseía una extraña mezcla entre seriedad y frivolidad que la hacía muy interesante. Lo cierto es que se habían divertido mucho, pero ambos sabían que no terminarían bien y ni siquiera lo habían intentado.
Pero aquel día ella también era partícipe de aquel extraño estado. Hablaba poco, su mirada era huidiza y sus manos parecían buscar continuamente algo que aferrar. Al igual que los demás no abordaba el motivo de sus preocupaciones, como si no supiese siquiera cual era, pero en sus ojos brillaba un pánico apenas contenido.
Solo había mostrado interés cuando Bruce le había propuesto pasar la noche juntos, más porque no quería volver a su habitáculo y encontrarse con la estremecedora puerta sellada del habitáculo de aquellos dos ancianos vecinos cuyos cadáveres se estaban pudriendo en su interior.
Al fin!!! Se han echado de menos las historias desde Valaquia. Me alegro de tenerte de vuelta Cronista. Nos vemos en los blogs
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