No pudo dejar de maravillarse por el buen hacer de los servidores. Si no le provocasen tanto desasosiego incluso habría palmeado alguno de ellos.
El ágora parecía más vacía incluso que ayer. No vio a Hecter, ni a ninguna de las chicas con las que tenía mayor relación, y las habituales larguísimas colas de clientes eran ahora de solo unos pocos centenares de callados y cabizbajos sujetos. Aquello parecía un funeral.
Fue raudo a los vestuarios y mientras se cambiaba en silencio sintió un ruido a su espalda. Sus nervios le traicionaron y con un grito histérico se giró rápidamente sujetando los pantalones del uniforme y armado con un calcetín se encaró con un servidor de limpieza que hacía la ronda y que no le prestaba la menor atención.
Bruce sonrió con nerviosismo, estaba tan tenso que ni siquiera podía abrocharse los botones del uniforme y soltó una risotada sin humor para desahogarse. El servidor por su parte lo miró un instante y después continuó su tarea con monotonía, dejando al vendedor azorado.
Los ojos de aquella cosa, normalmente vacuos y sin vida tenían ahora una extraña cualidad vidriosa, como si estuviesen enfermos. Bruce sacudió la cabeza y alejó esos pensamientos tan estúpidos achacándolos a la excitación a la que había estado sometido.
¿Cuando se había oído hablar de un servidor enfermo? Era ridículo.
JAJAJA, ya me imagino al pobre Bruce huyendo de una aspiradora vampira. Os seguimos!
ResponderEliminarYa me imagino al pobre Bruce huyendo de una aspiradora vampirica JAJAJA Os seguimos
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