Fue duro levantarse aquel amanecer y preparar el desayuno para las pequeñas. Era el primero que se levantaba sola desde que había sido madre. Liye había rellenado todos los trámites el día anterior y había sido transferido desde su puesto como agroperario en las granjas hidropónicas al servicio activo como miembro de la Fuerza de Defensa Planetaria Irregulares. Había marchado por la noche, despidiéndose de las pequeñas antes de que fuesen a dormir dejándolas con mil preguntas que hacer a una Imbra que no tenía fuerzas para responderlas.
Las pequeñas se habían acostado junto a ella en una cama que ahora parecía vacía, pero Imbra fue incapaz de dormir a pesar de la rítmica respiración del sueño de sus niñas. Tenía un horrible presentimiento sobre aquella situación.
Cuando eran más jovenes, cuando ni Lia ni Taria habían nacido él había tenido que marchar al hemisferio nocturno ante los cada vez más frecuentes informes de movimientos de orkos. Gracias al Emperador no ocurrió nada, los irregulares ocuparon los bastiones de la línea de defensa Bifröst y los regulares exploraron el lado helado de Valaquia Prima, hubo varias escaramuzas sin importancia entre estos y los orkos y finalmente al percatarse de que la amenaza pielverde sería perpetua y tras una larga evaluación de costes y beneficios por parte del consejo del Ocho se decidideron abandonar las dos urbes subterráneas hasta poder asegurarlas y reubicar sus ciudadanos entre el resto de colmenas ecuatoriales.
Todo ese tiempo, pese a las tranquilizadores noticias que llegaban a diario en las pantallas de la colmena, mientras sentía a Lia creciendo en su interior Imbra sintió el dolor de la espera y el desasosiego producido por el temor a que toda aquella tranquilidad cambiase.
Ahora la sensación era peor, habían movilizado a los irregulares sin que hubiese noticias de avistamientos pielesverdes. Había algo muy extraño en todo esto.
La sirena del habitáculo comenzó a sonar con estridencia anunciando que quedaba una hora estandar para la entrada de los trabajadores en sus puestos respectivos. Entre gritos las pequeñas terminaron de vestirse y salieron corriendo seguidas de la intranquila valaka que las dejó a las puertas de la Schola Pueri de aquel megabloque de habitáculos y tomó el monorail hacia su manufactorum sin dejar de mirar ansiosa la pantalla de datos a la espera de cualquier retazo de información sobre la situación en aquella oscuridad hacia la que su Liye se había encaminado.
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Hace 8 meses
Me esta empezando a gustar este personaje, ya me la imagino en la oscuridad de la colonia, con una llave inglesa dispuesta a ajustar "tuercas".
ResponderEliminarEnhorabuena por la historia, a la espera de mas.
Hummm, interesante concepto (mujer+oscuridad+enorme herramienta de metal+abrir cabezas). Lo tendremos en cuenta ;)
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