Aviso del Cronista.

La caída de Valaquia Prima es un conjunto de relatos estructurados como una novela río sobre los sucesos que acontecen en ese planeta ambientado en el universo ficticio de Warhammer 40.000.

El creador de este blog solo tiene el objetivo hedonista slaaneshiano de pasarlo bien y hacerlo pasar bien a quien pueda leerlo. Sus relatos están hechos por fans y para fans de los fantásticos juegos de Games Workshop y por tanto no es para nada oficial ni está respaldado por susodicha empresa, no pretendiendo con ello afrentar su posición ni menoscabar su trabajo.


Pensamiento del día.

lunes, 21 de junio de 2010

Atlua. Fiesta de recepción. Colmena alfa. 08

Aullando cayeron sobre ellos.
Sonner agotó la batería de la pistola láser contra las sombras que surgían demasiado rápido en un confuso torbellino de gritos y disparos. Feygor se quedó en cuclillas al modo de las trincheras, guardando la preciosa última carga de su arma y sujetando un largo cuchillo de combate de Hanvren. El gordo Temmfels al final había conseguido componerse lo suficiente para desenvainar un estoque ornamental e intentar cubrir de una forma más digna a la dama Voidova.
Atlua por su parte dio un paso atrás y sumergió su mente en la de los atacantes. Ella era una telépata consumada especialista en leer y modificar pensamientos y emociones lo que a priori un interrogador menos imaginativo jamás habría podido usar como arma. Sin embargo ella no estaba desvalida.
Apelando a todas sus fuerzas comenzó a borrar las mentes de los que llegaban hasta ellos. Era algo que había hecho mil veces al servicio de Hellsing. Hacer que olvidasen recuerdos para pasar inadvertidos, para que extraviasen la imagen de la bella mujer que tenían delante e incluso rememorasen falsas vivencias que cubriesen el hueco dejado por su escalpelo psíquico. Pero esta vez no fue tan cuidadosa, no manejaba la cuchilla del cirujano evitando toda cicatriz, si no que usó su mente como una zumbante espada sierra, destrozando todo lo que encontró a su paso sin miramientos. Años de recuerdos, de pensamientos íntimos, de vivencias que les habían convertidos en lo que eran se esfumaron de un plumazo, cortados de cuajo, extirpados de su razón para siempre.
El efecto fue inmediato. Los primeros hombres que llegaban a ellos detuvieron su carrera al caer al suelo en un extraño silencio. Soltaron sus armas y permanecieron con la mirada vacía como servidores lobotomizados.
Los perfectos labios de Atlua se tensaron en una sonrisa amarga. Notaba la migraña adueñarse de su cerebro. Había sido una labor chapucera, mucho más fácil que intentar borrar algo sin crear daños, pero a tanta magnitud y con tantas mentes de un barrido que estaba exhausta hasta límites increíbles. Dudaba de poder hacerlo otra vez y ya podía escuchar como se reagrupaban para un último asalto.
Sonner cruzó la mirada con ella. El muchacho tenía miedo, pero aguantaba el tipo. A pesar de que tenía una herida en el muslo le pasó un pañuelo de seda con un gesto galante. Atlua lo recogió sin comprender, hasta que notó el sabor de la sangre en la punta de la lengua. Un hilo de sangre caía de su pequeña nariz. El poder que había usado le había excedido. Cayó hacia delante perdiendo la fuerza en las piernas.
Sonner acertó a cogerla antes de que se golpease contra el suelo mientras Eygor les cubría con su arma.
Justo en ese momento sus enemigos se lanzaron al ataque.
La pistola del mutilado se quedó sin energía, no había forma de responder al ataque más que esperar hasta que saltasen sobre ellos. Entonces tres hombres con armas cuerpo a cuerpo tendrían que enfrentarse a un muro de bayonetas de rifles láser.
Los ensangrentados labios de Atlua aun conservaban la sonrisa. Sus ojos no podían enfocar bien. Una sombra cercana clavó un objeto brillante en el pecho de otra que acababa de surgir en su campo visual. Una enorme retrocedía intentando detener las acometidas de tres más pequeñas que reían como locas mientras lanzaban perezosos ataques jugando con su víctima. La sombra que sujetaba la mano de Atlua intentó tirar de ella, apartarla de aquel combate del que cada vez se sentía más lejana, sin embargo fue derribada.
Otra surgió justo sobre ella. Era uno de los músicos que los había recibido con un himno imperial, solo que ahora no llevaba un instrumento sino un rifle láser barato con una brillante cuchilla fijada en la punta. La sonrisa de aquel hombre estaba cargada de crueldad, pero la abotargada mente de Atlua no conseguía entender por que era esto malo.
De repente hubo un grito, un zumbido fuerte que sacudió todos sus huesos y un olor a ozono. Una tormenta de rayos se desató sobre Atlua, carbonizando al músico antes de que la empalase. La sorpresa recompuso un poco la atención de la interrogadora.
Sonner, con una fea brecha en la cabeza cayó junto a ella, pero los fluctuantes rayos pasaron sobre él abrasando a los atacantes por decenas.
Atlua intentó incorporarse para saber qué estaba ocurriendo. Eygor, cubierto de heridas ayudaba a mantenerse en pie a Temmfels mientras los cuerpos ennegrecidos por la electricidad se convulsionaban a su alrededor. Los pocos que habían sobrevivido huían ahora arrojando las armas. Se dio la vuelta sabiendo lo que encontraría.
La dama Voidova, esposa del alto señor Vlad Draco se encontraba de pie, con las manos extendidas ante ella y unos últimos mortecinos relámpagos caracoleando entre sus dedos. Los ojos en blanco se clavaron en la interrogadora y Atlua sintió un escalofrío de miedo en su castigado cuerpo.

2 comentarios:

  1. Lo sabia!!! las pelirrojas tienen mucho peligro, veamos como se siente Atlua con algo de competencia...

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  2. Bueno, me lo he leído de un tirón. Lleváis muy bien camino y disfrutado mucho del relato (40K y zombis, que más se puede pedir), ya tenéis otro seguidor :)

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