Aviso del Cronista.

La caída de Valaquia Prima es un conjunto de relatos estructurados como una novela río sobre los sucesos que acontecen en ese planeta ambientado en el universo ficticio de Warhammer 40.000.

El creador de este blog solo tiene el objetivo hedonista slaaneshiano de pasarlo bien y hacerlo pasar bien a quien pueda leerlo. Sus relatos están hechos por fans y para fans de los fantásticos juegos de Games Workshop y por tanto no es para nada oficial ni está respaldado por susodicha empresa, no pretendiendo con ello afrentar su posición ni menoscabar su trabajo.


Pensamiento del día.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Vlad Draco. Aposentos de Hellsing en la Cúspide. Colmena Alfa 08.

Vlad sujetó a su esposa cuando se disponía a abrir la puerta. Durante la carrera hacia los aposentos del inquisidor varios guardias se habían unido a ellos, alertados por Eygor y su comunicador.
La arrastró entre protestas hacia los uniformados soldados y después sacando una pequeña pistola láser se colocó a un lado de la puerta. Su mutilado asistente le imitó desde el otro. Draco no pudo evitar sonreir maravillado por la familiaridad con que ambos lo habían hecho. La vida fuera de las trincheras no los había ablandado tanto como creía.
Eygor le guiñó un ojo.
-Lo siento señor, olvidé traer el lanzallamas.- bromeó el veterano mientras lanzaba una significativa mirada a la pequeña pistola que empuñaba.
Antes de que pudiese replicar se oyó alarido dentro de la sala.
Golpearon el mecanismo de apertura y entraron en tromba.
La situación era increíblemente confusa. Una extraña luz salía de un objeto irreconocible en las viejas manos del viejo inquisidor. Borboteaba con un color que no tenía cabida en este universo y que evolucionaba con cada latido en una escala cromática alienígena e imposible de describir. Un olor similar asaltó sus fosas nasales, dulzón hasta límites imposibles y abrasador como el corazón de una estrella, deliciosamente putrefacto y fascinantemente amargo.
Las pistolas cayeron de unas manos que repentinamente habían perdido su fuerza.
Hellsing les miró. De sus ojos caían lágrimas de sangre.
Lucca, el enorme guardaespaldas se giró hacia ellos con su pistola bolter encañonándoles, pero la bocacha del arma temblaba horriblemente. Tenía la cara cubierta de sangre y los miraba con ojos ahogados en un dolor inconmensurable.
De repente la luz pulsó con más fuerza y la sombras de las esquinas de la habitación comenzaron a cambiar, como si a través de los ángulos de la habitación formas ajenas a este mundo pugnasen por forzar sus límites y entrar en él.

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