Aviso del Cronista.

La caída de Valaquia Prima es un conjunto de relatos estructurados como una novela río sobre los sucesos que acontecen en ese planeta ambientado en el universo ficticio de Warhammer 40.000.

El creador de este blog solo tiene el objetivo hedonista slaaneshiano de pasarlo bien y hacerlo pasar bien a quien pueda leerlo. Sus relatos están hechos por fans y para fans de los fantásticos juegos de Games Workshop y por tanto no es para nada oficial ni está respaldado por susodicha empresa, no pretendiendo con ello afrentar su posición ni menoscabar su trabajo.


Pensamiento del día.

viernes, 19 de marzo de 2010

Vlad Draco. Aposentos de Draco en la Cúspide. Colmena Alfa 01.

Contempló sus nobles rasgos en el espejo mientras se abotonaba la hilera de prendedores de oro que cerraban el cuello alto de la chaqueta de honor. Le complacían las aristocráticas facciones que le devolvían la mirada, dignas de un busto en marmol dedicado a su grandeza.
Sus dedos se deslizaron en el interior de los guantes de delicada piel de kark mientras practicaba su encantadora sonrisa diplomática. Nadie habría sido capaz de adivinar su edad.
Ciento quince años. Un siglo como servidor del Imperio. Había tenido que mentir sobre su edad en Hanvren para poder participar en el reclutamiento de la Guardia Imperial y marchar a ganar gloria entre las estrellas. La sonrisa se mantuvo en sus labios, pero sus ojos se endurecieron mientras recordaba como había llegado a la madurez arrullado por el sonido de la artillería y el fuego laser, los largos años de endurecimiento, de batallas y sangre. Pronto había destacado entre las masas de soldados, y aunque en un principio barajaron la posibilidad de mandar al brillante muchacho a completar su formación como comisario imperial pronto se dieron cuenta de que el destino de este era ser un oficial.
Los galones fueron creciendo en su pecho tras cada batalla. Fue el mayor más joven de todo la historia de Hanvren y a la edad de 50 años ante la muerte de su predecesor el venerado alto general Eurónimo junto a la su plana mayor en la masacre del mundo Efrak, la conocida en los libros de historia bélica imperial como “Trinchera del millón de kilómetros”. Vlad Draco, coronel del Vigésimo Quinto de Hanvren recogió la espada del difunto que le fue entregada en una ceremonia planetaria y dio la vuelta a aquella guerra que había empezado antes de que él naciera.
Fue su momento de mayor gloria.

Sus dedos aferraban ahora con fuerza esa misma espada. El Imperio le había insultado. Había entregado su vida a este y le habían apartado del servicio y relegado a un puesto como Alto Señor de la mayor colmena de un mundo recien poblado. Ni siquiera le habían honrado nombrándolo gobernador planetario, habían dejado el puesto vacante y las más importantes decisiones se tomaban en espurias reuniones del Consejo de Ocho, y por si fuera poco, ahora debía ir a la recepción de un decrépito inquisidor que venía a rendirle cuentas por los fallos de mando en un mundo que carecía de figura de autoridad.
Maldijo para si con una variopinta colección de insultos sacados de una docena de mundos diferentes.

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