Se limpió el sudor de la frente mientras la línea de producción del manufactorum pasaba ante ella. Nubes de vapor surgían de la maquinaria aullante mientras al fondo de la nave el metal fundido se vertía sobre los moldes.
El calor era intenso y todos los trabajadores sudaban copiosamente, sin embargo los prefectos del departamento Munitorum parecían no notarlo, y miraban sus placas de datos intercambiando quedos murmullos.
Sonó la sirena de seguridad que alertaba a Imbra de que la producción debía almacenarse. Con dos largas zancadas trepó por el lateral de la máquina de transporte parecida a un insecto gigante y se sentó a los mandos. Comprobó que ningún trabajador se había metido por error en la zona y activó la máquina que se puso en pie con un crujido de sus seis extremidades. Con gestos fluidos y profesionales bajó la cabeza de la bestia de metal y aferró el contenedor de material en el que se almacenaban unas tres toneladas de placas de blindaje para máquinas de guerra, giró sobre el eje y se encaminó a la zona de salida, donde los titánicos vagones monorailes aguardaban la carga.
Lo descargó allí de un modo maquinal, sin pensar en cómo debido a la larga experiencia que tenía. Cuando volvió al sector ad/15 llevando entre las fauces del transporte una cubeta de hierro sin procesar otro contenedor le aguardaba y pudo ver que un segundo estaba a medio completar.
Volvió a secarse el sudor que le pegaba el pelo rubio a la frente y tras intercambiar una broma con uno de los capataces de la fundición, un hombre enorme que podría ser su padre con la piel quemada y una bronca tos, recogió el contenedor y volvió a emprender el camino.
Normalmente no era así. El trabajo era duro pero no extenuante. Sin embargo en las últimas semanas el Munitorum había ordenado aumentar la producción en un cincuenta por ciento. El Consejo así lo había pedido por orden del Trono de Terra, para abastecer de tanques la campaña en la nebulosa Lucífaga. También se había informado de problemas en el sur de Valaquia prima, regimientos de los regulares perdidos en el año frío, y por precaución las fuerzas irregulares de la FDP se estaban reincorporando al servicio lo que dejaba los manufactorum con menos mano de obra.
Los trabajadores de la estación de salida la miraron agobiados, el anterior envío aun estaba allí. Varios montaban máquinas similares a la suya, aunque de menor envergadura para poder moverse fácilmente entre los monorailes. Imbra solo pudo dedicarles unas palabras de ánimo antes de que su transmisor se encendiese para indicar que el siguiente contenedor estaba preparado.
En el camino de vuelta se encontro con Lenda, que llevaba una carga del sector ad/16, un centenar de cañones estremecedores para la artillería que demandaba el Consejo. Intercambiaron una cansada sonrisa y antes de dejarla atrás Lenda bromeó con ella diciendo que más les valdría a los enemigos del Imperio haberse quedado en sus casas.
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