La maravillosa voz se coló en su mundo de ensueño.
-¿Se encuentra bien señor Berdekat?
La pregunta le devolvió a la realidad. Se encontró sentado en el confortable sillón de la consulta sin ninguna noción de cómo había llegado. Tal vez se había excedido con la droga...
-Estoy bien, estoy bien, doctora.-contestó él con la voz pastosa.
Ciertamente lo estaba, el mero hecho de tenerla cerca ejercía un efecto tranquilizador.
-No lo parece señor Berdekat.
Ciro clavó su mirada en los azules ojos de ella. Sin embargo la terapeuta no rehuyó el conflicto. Se la sostuvo largo rato sin temor hasta que el propio noble bajó la vista al suelo. Solo su padre lo había conseguido hasta ese momento.
-Es por la responsabilidad. El Alto Señor me ha dejado encargado de casi todo y apenas puedo afrontarlo. Le supliqué que me llevara a mí, que mi hermano llevaría mucho mejor el rumbo de la colmena pero no me escuchó.
-Su padre confía en usted señor Berdekat. No creo que sea consciente de ello. No hace mucho me dijo que su padre le despreciaba y sin embargo le ha dejado la gestión de toda colmena Beta.
Ciro bufó despreciativo.
-El viejo dejó las cosas bien atadas antes de irse, cada una de mis decisiones las ha tomado él, cada palabra que pronuncio en las reuniones me las dictó él, cada contrato comercial que apalabro está a la espera de su firma.-volvió a bufar, por un instante pareció que iba a escupir sobre la alfombra, pero después vió la mirada desaprobación en aquellos gélidos ojos azules y enrojeció de verguenza.-¿Sabe cuales fueron sus palabras de despedida?
La terapeuta negó con la cabeza.
-Haz todo lo que te he dicho y no la jodas. Justo antes de subir en el tranporte.
Hubo un largo silencio. Ciro pareció a punto de decir algo varias veces pero optó por permanecer en silencio.
Ella lo rompió al final cuando fue patente que no seguiría hablando.
-No puede ganarse su confianza en un día. Pronto volverá el Alto Señor y seguro que se siente orgulloso de su trabajo. A todos hemos celebrado que el aterrizaje del delegado de la Santa Terra ocurriese sin complicaciones.
Ciro sonrió con una mueca torcida. Sabía que tenía que mantener la boca cerrada pero nunca había sido capaz de mantener la lengua controlada.
-No se crea todo lo que cuentan las noticias, doctora.
La aludida lo miró extrañada. Él empalideció al darse cuenta de lo que había dicho. Lo ocurrido en la recepción solo lo sabían el propio Ciro y los presidentes de las más grandes corporaciones empresariales de colmena Beta. Era tan confidencial que su difusión estaba penada con pena capital. Se acurrucó en el fondo del sillón.
-¿Qué ha querido decir?- le preguntó ella.
Él se negó a contestar, mirando hóscamente al suelo.
-Señor Berdekat,- la voz de la mujer estaba cargada de una dolorosa decepción- pensé que estábamos haciendo progresos en nuestra relación. La primera regla de la psicoclínica Tranquilitae es la estricta confidencialidad con nuestros pacientes. Me duele que no confie en mí lo suficiente. Me temo que no podré ayudarle si no lo hace.
Ciro levantó la mirada aturdido pero no dijo nada, aquellas drogas le estaban pasando factura demasiado rápido.
-Muy bien,- ella se levantó, su mirada más gélida que el pictograma del hemisferio nocturno y helado que adornaba la sala.- hemos acabado. En vista de los parcos progresos que realizamos juntos si desea seguir acudiendo a nuestra clínica le atenderá un compañero.
Él se levantó horrorizado. La idea de no volver a ver a aquella mujer era lo más terrible que su embotada mente pudiese imaginar. Jamás en toda su vida había sufrido un pánico similar.
-¡NO!, ¡no por favor!. Quiero seguir con usted. Se lo contaré todo... Confio plénamente y se lo demostraré...
Y con apresuradas palabras comenzó a contar todo lo que sabía.
La impresionante sonrisa de ella acentuándose poco a poco alivió todas sus dudas y temores.
Soy yo o esta psicoanalista comienza a parecer una diablilla de Slanesh? Nada como una mujer para sacarte los secretos...
ResponderEliminarEl relato es muy interasante, os seguimos.